El horror, en palabras de uno de sus maestros Douglas E. Winter (1950, escritor, crítico y abogado estadounidense) ,"es una emoción, una forma progresiva de ficción, que evoluciona para satisfacer los temores y ansiedades de su tiempo".
¿Buscamos emociones fuertes en este siglo lleno de efectos especiales, que le pisa la sábana a los fantasmas y donde los zombies y los creepers forman parte de los juegos infantiles?
La literatura de terror ha recorrido un largo camino. Cambiamos todo el tiempo y también muta aquello que nos atemoriza. Si rascamos un poco la superficie de este mundo tecnológico que nos rodea, ¿qué hay detrás del pacto de convivencia que nos mantiene a raya? ¿Qué pasa cuando nos asomamos al borde, cuando se produce una señal, un atisbo?
Stephen King en Los chicos del Maíz ya comprometía el futuro con esos jóvenes asesinando adultos para asegurar la cosecha. Jóvenes que, a su vez, cuando crecen son sacrificados al dios del maíz. Shirley Jackson nos metía de cabeza en su terror hogareño, también con fines de preservar la cosecha en La Lotería. Recordemos que Samanta Schweblin ha ganado el premio que se otorga con el nombre de Jackson en Estados Unidos con su novela Distancia de rescate.