En la tapa: una “pelopincho” (una pileta económica de lona y plástico sostenida con parantes), un alambrado. Más allá el pasto es marrón y en el horizonte entre la bruma se divisan unos árboles; más acá donde está la pileta el pasto es verde. La foto es del escritor. En el epígrafe: una poesía que termina diciendo que quizás el paisaje pueda entender lo que decimos. Y ¿por qué no? Quizás la naturaleza pueda comprendernos de una manera que no imaginamos. Los huertos y los jardines darán fruto y florecerán según sea el caso en relación a nosotros.
El paso del tiempo uno de los temas de la novela “Los Llanos” de Federico Falco y, como el escritor, pienso que el tiempo nos permite tomar distancia, pero eso no quiere decir que olvidemos. La pregunta es: ¿cómo enfrentar el duelo? El protagonista de la novela se refugia en un campo, lejos de la civilización, un lugar donde quiere hacer una huerta. En el camino queda su labor como escritor, se siente incapaz de escribir. “No nos separamos, nos separó él”. Hay que tener paciencia en el comienzo de la lectura y dejar crecer la huerta.
No se puede controlar el crecimiento de una huerta, tampoco podemos controlar el desarrollo del amor, su nacimiento o su muerte. Es algo que ocurre. Ya pasará, es algo que nos parece que deberemos tatuarnos en un lugar bien visible para tenerlo siempre presente. Pero el duelo tampoco responde a nuestra voluntad, hay que transitarlo y encontrar, a su tiempo, la salida. “A veces me pierdo. Me olvido que ahora soy este”. Creo que la vida está llena de muertes y resurrecciones y que si bien el núcleo de nuestra esencia no cambia, el resto sí.
“Los que viven en el llano, viven con Dios lejos, viven mirando para arriba”. Hay momentos en los que buscamos de manera incesante respuestas hasta que aprendemos a quedarnos en la profundidad de las preguntas. Leo y entro en comunión con ese “otro” que me habla. La ficción que nos conmueve nos lleva a preguntarnos por lo verdadero. Nos acompaña como un buen amigo sin cuestionarnos.
Así es la vida creo, una ruta en la que a veces no sabemos por dónde ir, y quizás después de todo no importe el destino si no el camino en sí, con sus hondonadas, sus pastos verdes, sus pastos mustios y por qué no su pelopincho.
Póker, de Sergio Dubcovsky, cuenta la historia de un contador que, a punto de cumplir 50 años, patea el tablero y abandona una vida ordenada por una más aventurerara
La vida es como el póker: es un juego de cartas. Pensar en nuestras posibilidades, jugar nuestra mano, quedarse en lo seguro o arriesgarse. Y Sergio Dubcobsky, en su novela Póker (Editorial Conejos), se arriesga nomás.
Enrique, el protagonista, es contador y ya cerca de los 50 lleva una vida organizada y opaca. Una mala noticia –el cáncer de un amigo– lo sacude, lo enfrenta al abismo. Llegan los planteos, se da cuenta de que dejó de encajar en el engranaje. La edad tampoco ayuda; muchos de nosotros conocemos ese lugar. Enrique cambia. De hacer lo que correspondía –trabajar en relación de dependencia, criar a una hija solo después de enviudar, no quejarse, pagar los impuestos– a barajar de nuevo.
“Ser decente –creo ahora– es bailar sin música, es hacer un gol en un arco sin red”. “No es lo mismo ser una persona decente que una persona feliz”. Enrique deja su trabajo “por instinto, para sobrevivir”. Se anima a salir del sistema; desea pero a su vez le teme a la palabra reinsertarse, encontrar alguna actividad que lo haga sentir “vivo”. No obstante celebra su “estado de combustión interior”. Acepta que buscar algo distinto significa exponerse.
“El excesivo orden es un signo de orfandad, de espacio inhóspito. Como el silencio que aturde o como las dos tazas de té servidas en una bandeja plateada sobre un mantelito con volados y encajes que está en el centro de una mesa de madera oscura”.
En la presentación del libro, Dubcovsky cuenta que escribe como si fuera a la guerra: pegándole a las teclas, con fuerza. La literatura nos hace sentir menos solos. Con lenguaje claro y muchas imágenes, nos mete de cabeza en el póker de Enrique, que mueve la rueda de su vida no para mantener el equilibrio sino por que tiene ganas. Cuando la rueda se mueve –sea por voluntad propia o ajena- no nos queda más que escapar hacia adelante.
ALENTADOR Y PREOCUPANTE
Once historias amparadas bajo un título que, lejos de parecer aleatorio sugiere, y con razón, alguna oscuridad de los enigmas entendidos, no como acertijos sino, como una invitación a comprenderlo todo, interpretando las partes reservadas, lo encubierto más allá de lo explícito; pero sin perder de vista que hay enigmas que solo encuentran respuesta en depósitos de una fe, no siempre religiosa.
En estos cuentos, el hecho de volver accesible las cuestiones planteadas, en virtud de cada historia, dependerá, entonces, de quien encare la lectura y, posiblemente, tendrá que ver con su experiencia personal, con su eventual participación en determinadas vivencias parecidas; con lo sentido y, tal vez, padecido, o con la habilidad que proporciona una observación acertada.
Ahora bien, la creatividad de la autora en la composición de situaciones, algunas extremas y todas enmarcadas en una misma propuesta de literatura interactiva, bien merece la concurrencia, además, de nuestra imaginación al tiempo de la lectura. Lo enigmático, no resulta excluyente de lo abierto y potencial, más aún tratándose de una obra cuyo registro informal, despojado de toda ritualidad, se presenta inmerso en estructuras simples, y a la par de una expresividad adecuada, sin caer en ningún grado de pobreza léxica.
La mujer, entre sorpresas y permisos; entre deseos y mandatos; entre culpas y miedos. Entre vínculos y entre pulsiones...
El horror, en palabras de uno de sus maestros Douglas E. Winter (1950, escritor, crítico y abogado estadounidense) ,"es una emoción, una forma progresiva de ficción, que evoluciona para satisfacer los temores y ansiedades de su tiempo".
¿Buscamos emociones fuertes en este siglo lleno de efectos especiales, que le pisa la sábana a los fantasmas y donde los zombies y los creepers forman parte de los juegos infantiles?
La literatura de terror ha recorrido un largo camino. Cambiamos todo el tiempo y también muta aquello que nos atemoriza. Si rascamos un poco la superficie de este mundo tecnológico que nos rodea, ¿qué hay detrás del pacto de convivencia que nos mantiene a raya? ¿Qué pasa cuando nos asomamos al borde, cuando se produce una señal, un atisbo?
Stephen King en Los chicos del Maíz ya comprometía el futuro con esos jóvenes asesinando adultos para asegurar la cosecha. Jóvenes que, a su vez, cuando crecen son sacrificados al dios del maíz. Shirley Jackson nos metía de cabeza en su terror hogareño, también con fines de preservar la cosecha en La Lotería. Recordemos que Samanta Schweblin ha ganado el premio que se otorga con el nombre de Jackson en Estados Unidos con su novela Distancia de rescate.
Cada uno de los cuentos parten de situaciones cotidianas y familiares que te enredan y te van llevando hacia múltiples conclusiones. En los cuentos de Adela nada es lo que parece. Se percibe cierto suspenso en el actuar de los personajes además de que el narrador deja entrever muchas cosas para que podamos unir los hilos al final de la historia. Para que, sin decir nada podamos entender o suponer qué pasará con los personajes aún luego de haber terminado el cuento. Los cuentos "Veinte años y cinco días" y "Hasta Retiro" son ejemplos claros de eso. En el primero nos preguntamos a lo largo de la historia qué clase de vínculo tienen Beatriz y Eduardo, mientras el narrador te lleva a suponer las intenciones ocultas de ella y el desenlace que te deja con la boca abierta y un gusto amargo en el paladar. En el segundo cuento que acabamos de nombrar tenemos a una mujer que se encuentra en el tren con una ex compañera de secundario que no ve desde aquella época y la protagonista descubre hablando con ella que el hijo de esta mujer es de su marido, y nuevamente el sabor amargo se apodera del lector cuando descubre la manera en la que el cuento termina y damos vuelta la página pidiendo una silenciosa explicación.
Después los cuentos "Como el mar de noche" y "Dalla Costa" sí tienen un final conclusivo y no nos dejan con tantas dudas y piezas del rompecabezas sin armar. No nos presta tanto para hacer uso de la imaginación, pero a la vez son también cuentos fantásticos que te enganchan. Todos los protagonistas son peculiares, tienen frustraciones, sueños escondidos, problemas familiares, y si bien son muy diferentes entre ellos todos tienen algo en común: buscan un nuevo horizonte...
Con un trabajo de orfebre, Pablo Di Marco engarza en su nueva novela la vida de tres personajes que luchan contra sus propios fantasmas para evitar "una vejez de cara al piso". La novela fue ganadora de la XII Bienal Internacional de Novela “José Eustasio Rivera” en Colombia.
¿Es la Venezia de Di Marco una Buenos Aires inundada? ¿Los gondolieri son barqueros del inframundo? Los principales personajes de esta novela parecen desplazarse en el infierno de Dante. ¿No es acaso el infierno más intenso que el cielo?
Álvaro e Irene son los últimos guardianes del fuego sagrado, de los ritos y las tradiciones. La vida (en realidad la novela) los coloca frente a Rafael Leone un joven "asfixiado por el orgullo idiota de quienes solo saben pedir ayuda con gritos mudos". Se apiadan de él, lo "empoderan" como lo harían con un heredero. Desoyen todo presagio.
¿Los moldes se hicieron para romperse? En el caso de Guillermo Martínez, la respuesta es sí. Jurado del Premio Nacional junto con Hinde Pomeraniec y Luis Chitarroni, el autor de Crímenes Imperceptibles (de la que está escribiendo una "especie" de secuela) y de Acerca de Roderer, Una felicidad Repulsiva e Infierno Grande, entre otros, se las trae. O, mejor dicho, se las sigue trayendo.
Martínez es uno de los pocos escritores que sabe mantenerse en el esquivo candelero literario, tal vez gracias a que ha elegido muy bien sus obsesiones: la lógica matemática, la relación padre e hijo y el sexo.
Hombre sobrio y elegante, llega a la entrevista vestido en tonos azules y sonríe casi sin decisión. Esto cambiará ni bien se instale y se sienta a sus anchas. Entonces, se entregará generoso, pero también, por momentos y debido a su gran inteligencia, difícil de seguir.
Bárbaro: salvaje. Como estos cuentos publicados por 43 autores de 8 países diferentes. Cuentos y autores que no han sido domesticados. Viven en libertad. Son bestias a las que se les ha permitido conservar su esencia.
No hay ideal moral donde guarecerse de la tormenta de la vida: siempre puede ser peor. Esperar que triunfe el bien será en vano. El lado oscuro de la Gran Manzana, la ciudad donde se cumplen los sueños pero sobre todo las pesadillas. Ese fue precisamente el disparador convocante: escribir una historia negra relacionada de algún modo con Nueva York. Una manzana que invita a morderla pero –a veces- envenena.
Los personajes de estos relatos son freaks (monstruos, fenómenos naturales, malditos, descastados, inadaptados). Son "oscuros detectives privados" que exponen su pellejo para salvar a mujeres que no los quieren (como en "La sombra de Anubis", de Pablo Martínez Burkett) o investigadores privados en la Nueva York de la Depresión que ejercen "una forma original de desempleo" (como en "La memoria del hambre", de Horacio Convertini). Son comisarios desencantados pero sagaces, que desentrañan crímenes antes de que intervenga la policía científica, con acusados que pretenden acogerse, en España, a la Quinta Enmienda (Alexis Ravelo, "La evitable muerte de Chano el rata").
"Sin agua no hay vida", como en Don del agua, de Tatiana Goransky (Ed. Evaristo), donde nos sumerge cual buzo en la historia familiar de un rabdomante capaz de encontrar agua donde todos han fracasado. Distintas voces y distintas maneras de relacionarse con el elemento primordial, pero siempre de una forma apasionada.
Lo primero que sentí al terminar La Separación, de Silvia Arazi, fue la necesidad de preguntarle a la autora si se había separado recientemente. Tan vívido, tan real, me había resultado el texto.
Creo que para todos los que nos hemos separado alguna vez, este libro es como un amiga que te lleva a ver un show porno para celebrar tu divorcio o, para los hombres, un amigo que te lleva a tomar hasta quedar inconsciente.
El primer libro de cuentos de la escritora Adela Sánchez Avelino es un recorrido crudo, intenso y sexual que explora los enigmas que se ocultan detrás de las crisis personales.
Un libro hecho de crónicas, recuerdos propios y ajenos, con algo de diario de vida y ensayo. Suerte de miscelánea lírica (el autor viene de la poesía) que, sin embargo, es de lectura amigable. En Las cajas (Editorial Excursiones), Jorge Consiglio (Hospital Posadas, El bien) desmenuza sensaciones y vivencias en microrrelatos ensamblados con reflexiones existencialistas: líneas pobladas de citas literarias y referencias a íconos culturales, que invitan a un viaje incierto.
Mariana Docampo es narradora y poeta. Diez años atrás ganó el premio del Fondo Nacional de las Artes con la novela El Molino, a la que luego le siguieron luego los libros La fe, Tratado del movimiento, La foto como pasión. Ha publicado seis libros y es co-guionista de la película "Marilyn", de Martín Rodríguez Redondo, que se presentó este año en la Berlinale. Además, es la fundadora del espacio Tango Queer.
Conocido inicialmente por su obra infantil —Los Poseídos de Luna Picante resultó premiada en 2014—, Martín Sancia ingresó en la literatura para adultos con dos novelas: Hotaru y la reciente Shunga. Pero a no confundirse: estas novelas no tienen nada que ver con sus libros para chicos, muestran el lado perverso y los orificios de Japón.
Así comienza Crónica de mi familia (1943), uno de los libros más importantes de la literatura italiana del siglo XX, que acaba de ser recuperado por la editorial Tusquets en la colección "Rara Avis", dirigida por Juan Forn. Pratolini se destaca entre los iniciadores del neorrealismo junto a Alberto Moravia, Italo Calvino y Cesare Pavese. Más adelante ganará el premio Feltrinelli y la adaptación de su novela Metello será nominada al Oscar. Pero todavía en la infancia de Crónica de mi familia, la realidad es áspera y dura...
La vida del italiano Vasco Pratolini estuvo atravesada por los conflictos bélicos y personales. Nacido en 1913, vivió las dos guerras mundiales. La primera imagen de la que dice tener memoria es su madre en el lecho de muerte. Se trata de una muerte prematura, provocada presuntamente por el nacimiento de su hermano menor. Por supuesto, él no puede quererlo, quisiera hasta borrarlo de su memoria. Pero el hermano está.
Así comienza Crónica de mi familia (1943), uno de los libros más importantes de la literatura italiana del siglo XX, que acaba de ser recuperado por la editorial Tusquets en la colección "Rara Avis", dirigida por Juan Forn. Pratolini se destaca entre los iniciadores del neorrealismo junto a Alberto Moravia, Italo Calvino y Cesare Pavese. Más adelante ganará el premio Feltrinelli y la adaptación de su novela Metello será nominada al Oscar. Pero todavía en la infancia de Crónica de mi familia, la realidad es áspera y dura...